La caída de la hegemonia conductista acaba con el monopolio de la
«cientificidad» que había ridiculizado y censurado el uso de términos como
mente o cognición, y curiosamente los primeros en hablar de «estados internos»
son los representantes de las ciencias más presuntamente deterministas,
interesadas en crear sistemas capaces de modelar los procesos cognitivos
humanos, tal como apunta Jonathan Miller en esta cita: «de repente los
ingenieros estaban utilizando los términos mentalistas que los psicólogos de
corazón tierno deseaban utilizar, pero no lo hacían porque les habían dicho que
eran acientíficos»